Comenzamos el año y me encuentro revisando fotografías del mes pasado. Para mí, el año concluyó laboralmente con algunas reuniones que considero relevantes: la tradicional reunión de fin de año de la compañía, una carnita asada en la que tradicionalmente cocino para el equipo de Operaciones, un desayuno con diseñadores, una cena con el equipo de Cuentas, además de comidas individuales con las cabezas de área que me reportan. Aunque no todas las reuniones corren por mi cuenta, lo cierto es que invierto una cantidad importante de recursos y tiempo en compartir comidas con mis colaboradores a fin de año. Justamente lo veo así: como una inversión que hago periódicamente para mantenerme cercano a ellos. Creo que la cultura de un equipo de trabajo debe trascender más allá de los límites y las obligaciones laborales para llegar a la parte personal, porque cuando existe confianza más allá del trabajo, las cosas funcionan generalmente mejor. La práctica de comer y celebrar con el equipo la tengo desde antes de que fundáramos la agencia, y siempre hay opiniones encontradas. Por un lado, puede verse como paternalismo o como algo injusto para los equipos que no tienen estas dinámicas. Pero, por otro lado, encuentro varias ventajas, que comparto a continuación: En primer lugar, cocinar para mi equipo lo considero un acto de gratitud hacia ellos. Es una forma de agradecer y celebrar el esfuerzo de quienes se sumaron a alcanzar las metas colectivas. También es un tiempo que te separa del día a día y te permite conocer a las personas en facetas más personales. Esto fortalece las relaciones de confianza y compañerismo en el equipo. Por último, cuando tu equipo se siente apapachado, se genera un lazo emocional que ayuda a que trabajen con más satisfacción y, por ende, son más productivos.Desde mi punto de vista, estas prácticas fortalecen el trabajo en equipo y aportan más de lo que cuestan. Por ello, más líderes en todas las empresas deberían aplicar estas prácticas.
Escrito por Chucho Fernández, VP Operations de Birth Group.
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